Día mundial de la biblioteca

Gilberto Nieto Aguilar

Octubre fue un mes pródigo en fechas para conmemorar, regocijándonos en algunas de ellas y recordando, en otras, la historia y los esfuerzos por hacer evidente algunas de las cosas que nos da la naturaleza. También trae a la memoria hechos desagradables, como lo ocurrido en Tlatelolco en 1968; acontecimientos que cambiaron nuestra historia, como el encuentro entre dos mundos que propició Cristóbal Colón, o la creación de la ONU después de la conflagración mundial.

En un renglón muy especial, se declara el Día Mundial de la Biblioteca, con su extensa historia y su evolución a lo largo de los siglos hasta las bibliotecas digitales de hoy. Desde 1997 se celebra a las bibliotecas del mundo cada 24 de octubre en honor de la Biblioteca de Sarajevo destruida durante el conflicto de los Balcanes en 1992. Aunque oficialmente no es reconocida por la UNESCO, sí lo es por diversas bibliotecas, asociaciones bibliotecarias y comunidades educativas.

Su propósito es reconocer el enorme valor social, cultural, educativo y democrático que ha impulsado como ninguna otra fuerza externa, la evolución del ser humano y el desarrollo de la filosofía, las ciencias y todo el saber humano. Desde los archivos de tablillas, papiros, manuscritos hasta los formatos digitales, el propósito esencial es el mismo: salvaguardar y preservar en el tiempo y el espacio los conocimientos que poseían unos cuantos para compartirlos con el resto de la humanidad interesada en ellos.

Se sabe que el conocimiento puede ser acumulativo y que se acrecienta, actualiza, transforma con el paso del tiempo, con nuevos descubrimientos y nuevas formas de pensar. En las bibliotecas se concentra el reconocimiento humano sobre la naturaleza y aquello que se ha creado gracias al pensamiento, la inventiva y la creatividad, en un sentimiento que mezcla orgullo, regocijo y también pesar.

La historia de las bibliotecas es milenaria. Desde Mesopotamia y Egipto, tres mil años a. C. se levantaron salones en templos como el de Nippur para almacenar tabletas de arcilla con registros administrativos y científicos (https://biblios.info/). Más tarde, en la antigüedad clásica, reyes y tiranos apoyaron la formación de grandes colecciones de donde surge, por ejemplo, la famosa Biblioteca de Alejandría en siglo III a. C. con más de 700 mil rollo de papiro que reunían las culturas y sabiduría del mundo de aquel entonces, en varios lenguajes. Los saqueos a esta Biblioteca a mediados del siglo III a.C. constituyen uno de los desastres culturales más simbólicos de la barbarie humana, una sombra que no se puede desterrar de las sociedades y concepciones humanas hasta el día de hoy.

Las bibliotecas en la época clásica eran espacios elitistas, tanto por tradición como por la falta de un público lector. En Grecia y Roma tenían acceso los estudiosos reconocidos, los aristócratas y los clérigos. Se considera que la primera biblioteca pública se fundó en el Atrium Libertatis de Roma por Cayo Asinio Polión en el año 39 a.C., integrada en dos secciones, una en latín y la otra en griego. Esta biblioteca sentó las bases para futuras bibliotecas públicas en el Imperio romano.

Las universidades medievales generan bibliotecas académicas, como en París, Bolonia y Oxford. Es hasta los siglos XVIII y XIX en que las ideas de la Ilustración promueven el conocimiento, impulsan las bibliotecas abiertas al público y nacen sistemas bibliotecarios en Europa y América. En el presente siglo surgen las bibliotecas digitales. El conocimiento se vuelve global, accesible a todos y descentralizado de las universidades y polos de poder. El internet nos da acceso a infinidad de textos digitalizados, de manera gratuita, lo que fortalece la libertad intelectual, el libre acceso al conocimiento, la información, la pluralidad y la lucha contra la censura.

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