En la trinchera del hogar y la escuela

Algo que me atrajo del libro “El profesor en la trinchera”, La Esfera de los Libros, 2ª edición, Madrid, 2009, escrito por José Sánchez Tortosa, fue la situación complicada que plantea hoy en día para procurar la formación integral de niños y adolescentes tanto en el hogar como en la escuela.

Desde Sócrates y Platón –antes de Cristo–, el conocimiento, los valores y la educación de los individuos eran la cuestión filosófica central. Hoy se acrecienta tal cuestión por la forma en que ha crecido la población y las necesidades que de la sobrepoblación surgen en gran cantidad. Si el ser humano no entiende esto, su tumba está cavada.

El libro habla preferentemente del alumno de secundaria, del contradictorio ambiente permisivo y de “protección” en que se desenvuelve, y de la manera que las leyes han marcado en este siglo XXI un entramado jurídico sin la mínima consideración hacia la psicología y la pedagogía que van en busca de una formación humana en el futuro ciudadano.

Dice el autor que «el alumno trata de medir fuerzas» con aquellos que representan una autoridad: sus padres, abuelos, maestros, adultos en general. Es una característica de la edad adolescente. Pero si no hay una guía que le haga ver los peligros de actuar por instinto, de imitar a cualquiera que se gane su confianza, de madurar su capacidad personal de pensar y decidir lo que mejor le asienta, el niño quizá no conozca límites y su conducta se desborde.

En la medida que se le permite, el adolescente tratará de evadir sus responsabilidades en casa y en la escuela. Tratará de ganarse a sus iguales, parecerse a ellos, lograr su aprobación y aceptación. A través de ellos legitima su comportamiento y en la escuela suele presentarse una aprobación perniciosa de los padres junto a la defensa de una legislación que les protege y no define con claridad los deberes de los menores y, sobre todo, las obligaciones de los padres o tutores.

En esta edad existe una tensión entre sus instintos y deseos de salir, hablar, moverse, gritar, saltar, hacer travesuras… y el temor de recibir un castigo por ello. Cuando no existe una convicción interior (que solo se desarrolla en el hogar), cuando no hay autorregulación de su comportamiento, puede surgir la ley del más fuerte, la ley de la jungla, en las aulas y patios escolares.

Si no hay reglas claras y no existen límites al comportamiento, los adolescentes pueden ser como caballos desbocados. El deseo y el ejemplo colectivo vencen si no hay vías que canalicen sus energías y sus impulsos, mientras crea una consciencia interior de respeto hacia los demás, padres, adultos, maestros y condiscípulos, que debe comenzar a formarse en el hogar como sustento básico.

En esta parte es muy importante la mediación con el alumno y los padres, para atender la detección temprana de actitudes que ponen en riesgo los valores familiares, personales y sociales para prevenir comportamientos no deseados. Los padres juegan un papel importante en tal mediación que algunas veces no se lleva a cabo de la mejor manera. Lo segundo que me atrajo del libro es más filosófico y atañe al rechazo y búsqueda del conocimiento, para la siguiente entrega.

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