La formación de opinión

La opinión es el juicio o concepto que se forma sobre algo debatible. Este proceso comienza a formarse desde edades tempranas, con el trato de los padres y la familia. Más tarde la escuela orienta el procesamiento y manejo de la información para producir el conocimiento significativo, desde el cual la opinión descansa sobre bases sólidas. Todas las personas tienen opiniones sobre asuntos comunes, de la vida diaria, y pueden opinar sobre cuestiones relevantes como la política, la filosofía, la economía y hasta las epidemias sanitarias y sociales.

Los asuntos comunes y de la vida diaria no son menos importantes, pues allí se gestan las experiencias cotidianas que permiten la reflexión y la toma de decisiones, pináculo de la opinión. Para las cuestiones relevantes se necesita adquirir un acervo de información. Es el momento de leer y prestar atención a lo que expresan los profesionales, especialistas o expertos en el tema, lo que ayudará a asumir posiciones, externar opiniones y tomar decisiones.

Para fortalecer el criterio y formar opinión, lo primero que se requiere es una mente abierta para recibir información diversa y después cuestionarla y analizarla de manera personal. Las ideas preconcebidas estorban para llegar a una “buena” y genuina opinión personal. Igualmente las zonas de confort y los compromisos institucionales.

La fuente de donde se obtiene la información es muy valiosa, pues determina el grado de confianza que inspira. Analizar los motivos de quienes expresan una opinión fortalece la propia, porque el sesgo es muy común en los medios. Entonces no podemos confiar en el WhatsApp porque se desconocen los motivos que lo inducen y la fuente que inspiró tal información. Lo mismo ocurre con la Internet, por lo que es recomendable navegar con precaución y buscar las páginas más confiables.

Cuando el asunto nos interesa, quizá debemos investigar hasta quedar satisfechos. Por ejemplo, es confuso realizar un seguimiento de opinión sobre acciones políticas porque encontramos que, en lugar de razonamientos, análisis y argumentos bien fundados lo que abundan son las preferencias ideológicas. Entonces el razonamiento descansa en sofismas que intentan justificar, no reflexionar sobre los hechos. Esto es un sesgo de preferencia.

Cuando la persona toma sólo lo que quiere o aquello que coincide con su preferencia, pierde su mente abierta y pinta de un color sus imágenes de la realidad. Pierde capacidad y amplitud de criterio y opinión. Lo más valiosos es y será siempre la información veraz porque sólo con ella el ciudadano puede trabajar formalmente en alcanzar su propia opinión.

Es inapreciable respetar la opinión de todos, pero mantener alerta la intuición personal y manejar las informaciones previas pueden orientar mejor a la opinión propia. Hoy existen fuentes de información como jamás antes habían existido. Sin embargo, la gente parece más desorientada. Esto se aprecia en la calidad de sus expresiones, la capacidad de seguir el hilo de un razonamiento, la forma en que puede ser convencida, incluso manipulada. Nos hemos vuelto expertos en la queja y hemos perdido capacidad de analizar imparcialmente el contexto de hechos y situaciones.

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