Tiempos de violencia

Gilberto Nieto Aguilar

Así como a nivel individual muchas personas viven tiempos de desencanto, existen zona o regiones del planeta con marcados índices de violencia, ya sea contra otros países o al interior de los mismos. Pareciera imposible aprender a convivir respetando a los demás, regulando los bajos instintos, esforzándose sin pisotear a otros, abriendo caminos que se pueden compartir, siendo flexibles y tolerantes en un mundo en donde sobran las ideas pero faltan los hechos coherentes.

¿Qué diferencia hay entre vender droga y vender armas? Ambos escenarios conducen a la muerte. ¿Quién garantiza que una religión es verdadera y otra no? ¿Qué derecho autoriza a un país para invadir o atacar a otro? En la historia de la humanidad, los causantes de estos conflictos han sido la voracidad, la intolerancia, el afán desmedido de poder, la ambición de riqueza y territorio, las ideologías, la raza o la religión. Esto no sirve como justificante en el marco de ningún derecho nacional o internacional, por eso es que en el discurso a estas razones se les oculta bajo otros nombres.

En el poema de Rubén Darío, Francisco de Asís cuestiona al lobo su conducta diciéndole: «¿Es ley que tú vivas de horror y de muerte?… ¿el dolor de tanta criatura de Nuestro Señor no han de contener tu encono infernal?» Mientras flota en el ambiente una cuestión vital: si el alma simple de la bestia es pura, ¿es acaso mejor que el alma de la gente? Al final, resulta triste escuchar cuáles fueron los motivos del lobo, en la metáfora y alegoría de la conducta del feroz animal y la de los aldeanos. Francisco de Asís concluye con pesar: «En el hombre, existe mala levadura».

Los grupos gobernantes en cada país le imprimen un sello particular a las políticas públicas e internacionales. Las grandes potencias cuidan sus espacios y siguen por lo general una tradición guiados por intereses propios. Así como ocurre el conflicto entre las personas, sucede entre las naciones, provocando rivalidades y desacuerdos que llegan al derramamiento de sangre entre gente inocente, ajena a las argumentos y decisiones cupulares.

La segunda década del siglo XXI ha sido pródiga en conflictos armados. Varios países han sufrido enfrentamientos como el de Rusia y Ucrania, el conflicto entre Israel y la región del Medio Oriente en permanente tensión y violencia, últimamente en la franja de Gaza y con Irán. El mundo ha estado en suspenso ante los argumentos de Putin para invadir Ucrania y el supuesto armamento nuclear de Irán, en tanto que América Latina sufre la expansión del crimen organizado.

Con bombas atómicas o sin ellas, posibles confrontaciones como la de India y Pakistán preocupan al resto del mundo. Y en los últimos cinco años (2020-2025) ha existido un incremento significativo de conflictos armados. Según el índice de Paz Global, actualmente hay 56 guerras y conflictos armados internos en otros tantos países, una cantidad sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial. La lista de países con conflictos internos civiles y de delincuencia organizada es larga y se podrían citar a Haití, Honduras, México, El Salvador, Siria, Yemen, Etiopía, Sudán, Myanmar, Nigeria, Somalia, República Democrática del Congo, Corea del Norte, Corea del Sur y la región del Sahel (Burkina Faso, Mali, Níger) en muchos de los cuales se han generado crisis humanitarias, desplazamientos y migraciones.

Los “tiempos de violencia” son periodos que a lo largo de la historia han permanecido en el seno de la humanidad, en el ámbito de las naciones, como una de sus más recurrentes manifestaciones. Últimamente son situaciones sociales con un marcado incremento de la violencia como forma de dirimir intereses y resolver conflictos, sin mencionar el aumento peligroso y continuo del crimen organizado como una plaga que asola a los países y sus moradores. El bienestar de las personas está en riesgo debido a la frecuencia e intensidad de los actos de violencia.

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