Durante una ceremonia de graduación, la autoridad de mayor rango del numeroso presídium pretendía darle orden a la entrega de diplomas, así que decidió distribuirlas entre los demás integrantes del presídium respetando el turno en que los alumnos habrían de recogerlos. Las demás personas tomaban los diplomas como si fueran trozos de pastel y lo pasaban al siguiente, mientras la autoridad les decía que no, que cada quien se quedara con el que recibía porque era el orden en que pasarían a recogerlo. Después de tres o cuatro ejercicios, al fin entendieron.
Una mañana, en la clínica Salud Digna, había una enorme fila de personas solicitando ficha para pasar a caja. Un empleado comenzó a ordenarlos, sentándolos de cinco en cinco. El primero de los cinco se iba hasta el fondo de manera que, al levantarse para tomar su ficha, debía ser el primero porque fue el iniciador del proceso. Si las sillas hubiesen estado numeradas del 1 al 5, el primero era enviado a la silla cinco y no a la uno, lo que creaba confusión en la mayoría, pues el que quedaba en la silla 5 pensaba que pasaría primero. Lo misma pasaba con las demás filas.
Otro formato que pudo utilizar el empleado era dejar, en cada segmento, que la primera silla (la uno) la ocupara el primero y que los otros cuatro se acomodaran en orden hasta la última (la cinco). El número imaginario de la silla nos da una idea más clara del proceso mental del empleado y de la adaptación que debían hacer los solicitantes del servicio. En cualquier caso no debía existir confusión.
Sea cual fuere el orden, alguien lo aplica y los demás deben entender la mecánica del proceso, y parece que tenemos dificultades para acoger rápidamente esa mecánica lógica. Cuando hablamos de orden en el contexto del pensamiento, nos referimos a la capacidad de estructurar las ideas, datos y acciones de manera coherente y organizada, con algún propósito claro. Dar secuencia y orden a algo, como en los ejemplos. Desarrollar un sistema propio, definido, para clasificar y reaccionar a diferentes asuntos. Las habilidades que utilizamos diariamente en la casa, en el trabajo, para darles prioridades a algunas cosas.
El pensamiento lógico es una habilidad cognitiva que permite a las persona analizar situaciones, formular conclusiones, resolver problemas, anticipar situaciones, tomar decisiones, abstraerse y pensar en objetos o conceptos que no tiene delante o que son intangibles. Es la habilidad de razonar de forma clara y precisa para organizar el pensamiento y facilitar el análisis lógico. Se pueden organizar las ideas según la prioridad del momento; con las habilidades analíticas fomentar la auto-observación, el juicio, la inferencia y el análisis conceptual, esenciales en cualquier campo del conocimiento.
La combinación del orden y el pensamiento lógico es fundamental para resolver problemas, comunicarnos de manera efectiva, aprender de manera más eficiente. Podemos mejorar estas habilidades resolviendo acertijos, sudokus o juegos de estrategia; manteniendo ordenado el espacio de trabajo; leyendo para expandir el vocabulario y familiarizarse con diferentes estructuras del pensamiento; escribiendo un poco sobre algo que te ayude a ordenar las ideas sobre un tema.
Mantener el orden mental puede favorecer la reducción del estrés, incrementar la eficacia y productividad en lo que se hace, dar un mayor bienestar emocional, una toma de decisiones más clara y una mejor calidad del sueño. Cuando se planea un viaje, la persona sabe de antemano de cuántos días dispone, qué lugares quiere visitar, dónde se hospedará, cuántas personas van, de cuánto dinero dispone y para qué le alcanzará.
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