Dos organizaciones políticas fueron distintivas de la Grecia clásica: la espartana y la ateniense. La primera bajo un régimen militar y la segunda bajo un estilo de vida democrático, amante de la filosofía, el deporte, las artes, con una gran capacidad de participación ciudadana a través de la elaboración de las leyes y con un gran sentido ético.
La comunidad política romana pasó de una monarquía hereditaria a la República, con dos clases sociales: los patricios, ciudadanos con derechos políticos y los plebeyos, sin derechos. Éstos últimos pelearon por su dignificación y a través de los tribunos adquirieron los derechos negados. Así que sólo los esclavos no los tenían. Hacia la mitad del siglo I a. C. se instauró el Imperio como régimen monárquico absoluto hasta la caída de Roma.
El objeto de estudio sobre el “Estado” que Heller definió regionalmente como “la organización política que se da en Europa a partir del Renacimiento”, efectivamente al finalizar la Edad Media se hicieron esfuerzos para lograr la unidad del Estado superando la disgregación existente en el feudalismo. En Italia, con el Renacimiento, surgió la concepción del Estado moderno hacia el siglo XVI usando la palabra Estado como la expresión corriente para designar a toda comunidad política autónoma: fuese monarquía, república, principado, grande (varias ciudades) o pequeño (una ciudad).
De manera formal, la Teoría del Estado se originó en Alemania a mediados del siglo XIX, y se ha perfeccionado con el paso de los años según los distintos pensamientos filosóficos que se abrieron paso hasta la Segunda Guerra Mundial, procurando colocar a la Teoría del Estado como una disciplina autónoma.
Varias tendencias quisieron ubicar a la Teoría del Estado en el Derecho Constitucional, por ejemplo, o en el Derecho Público o en las Ciencias Políticas, con la intensión de integrarla en un cuerpo disciplinario estructurado y reconocido. Sin embargo, como “teoría” está llamada a sentar principios abstractos, válidos para situaciones concretas y particulares posibles, que la pueden hacer autónoma.
Después de la II Guerra Mundial el concepto de “Estado” se diversificó grandemente. Pudo constatarse el atraso de enormes regiones del planeta y los efectos nefastos que el culto a la personalidad puede causar en un pueblo, logrando incluso desviar los fines y alterar la función del Estado. El fenómeno constitucional pasa a ser muy importante en la vida pública de un Estado.
La historia mexicana le concede un lugar clave al derecho. Pero éste no se cumple. Aunque tenemos una Constitución de la mejores del mundo, muy por encima del promedio internacional, su nulo cumplimiento nos coloca en una posición incómoda, muy por encima –en sentido negativo– del promedio entre los países del mundo. Un comparativo demasiado evidente lo tenemos todos los días en la franja fronteriza con los Estados Unidos.
Después de la Constitución de 1917, México toma rumbo a consolidar su sistema político con un gobierno que concentra el poder público y político en un solo hombre, con un solo poder y un solo partido, desde Venustiano Carranza hasta el Maximato, y desde Cárdenas hasta López Obrador.
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