De las señas al libro

En las cavernas, todavía con un rudimentario cerebro que les permitió sobrevivir por muchos cientos y miles de años, el hombre siente inquietud ante el tiempo, resuelve cómo obtener alimento y resguardarse de la intemperie, cubrir su cuerpo para darse calor y cuidar a su progenie mientras crece. Él no lo sabe, pero todas estas actividades le permitieron perpetuar la especie, gracias a lo cual estamos usted y yo en este intercambio de lectura.

En sus descansos, con alimento y vivienda, acompañado de un grupo pequeño que le da cierta seguridad, su cerebro le juega bromas confusas, pues aunque no puede ordenar su pensamiento para llegar a ideas profundas, sí percibe el entorno y comienza a aprender, gracias a lo cual se adapta al medio y aprovecha los recursos naturales disponibles para transformarlos y llenar algunas carencias que la naturaleza humana no proveyó.

Los procesos son lentos y aislados, el tiempo transcurre con una paciencia infinita –muy lejana del concepto humano moderno y acelerado– para que después de muchos siglos, el cerebro madure y la corteza cerebral se forme y fortalezca, como probablemente aconteció hace unos 200 mil años. Pero el camino todavía sería muy largo.

Muchos años más tarde, como diversión o con el propósito de recrear lo conocido en el mundo circundante, el hombre plasma su visión de lo que mira y hoy nos causa admiración por la obra que nos dejó, como la cueva Chauvet-Pont-d’Arc, hoy bajo el cuidado del ministerio de cultura francés. Oculta por unos 35 mil años, fue descubierta en diciembre de 1994 por tres espeleólogos que subieron con dificultad por una grieta estrecha y bajaron hacia la entrada oscura de la gruta. “Todos los trazos al carbón, todas las manchas de ocre parecen tan frescos como si los hubieran hecho ayer.” (National Geographic en español, enero 2019)

Desde el nacimiento primitivo de las primeras manifestaciones impresas en la roca o en tabletas, hasta la configuración de los alfabetos actuales, hay un lento proceso de evolución tendiente a conseguir una mayor adecuación entre la comunicación humana y los diferentes sistemas de escritura surgidos y elegidos para representarla, durante el largo devenir de la humanidad.

Un atributo fundamental de lo que significa ser humano, es la creatividad. Los homo sapiens están equipados para crear. Ejemplos: la escritura combinada de ideogramas y logogramas en algunos textos como la llamada «paleta de Narmer» 3,000 años a .C. y la escritura jeroglífica egipcia hacia el 3,100 a.C.

Las más antiguas formas de escritura aparecen en  Mesopotamia y, de todas ellas, la primera en aparecer fue la escritura cuneiforme sumeria, a finales del IV milenio a. C. Roma desarrolló su alfabeto del griego, de los grupos asentados en la Magna Grecia, con la expansión comercial de los etruscos hacia el siglo VIII-VII a.C.

Aun cuando en los talleres de escribas de la Edad Media se reproducían manualmente varios ejemplares de un mismo libro, muchas obras de la sabiduría de la antigüedad se perdieron para siempre. Mentes preclaras cuyas ideas en los últimos milenios no conoceremos jamás. Pero, medio siglo antes del descubrimiento de América, Gutemberg desarrolló la imprenta.

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