Latido de Valentina Mezura Rodríguez obtuvo el primer lugar en Concurso de Composición Literaria

Gilberto Nieto Aguilar

Como Inspector Escolar de la Zona 10 de secundarias generales en Xalapa, después del Concurso de Composición Literaria de la Zona mencionada, cedo mi espacio para presentar a la alumna de 1er. Grado que obtuvo el Primer lugar. Ella tiene 13 años y estudia en el Colegio Thomas Jefferson School de esta ciudad capital.

Latido

Valentina Mezura Rodríguez

Vivimos en un mundo rodeados de seres. Existimos en un mundo aleccionados a seguir, a imitar, a copiar. Un mundo que resulta ser acendrado, es decir, que relumbra en la idea pura de perfección. Durante ni estancia en La Tierra, he observado, analizado y reflexionado el pensamiento de gozar, de amar y de cuidar una brillante película mental de pasajes del inexplicable paraíso. Existimos, habitamos un espacio que poco a poco se convirtió en nuestro. Una ilusa y arrogante forma de pensar, una nefasta actuación, y no me malinterpreten, no estoy sumergida en el pensamiento anti humanista.

Verde, predominante color asociado a la tendencia destacada de una imagen terrestre; al fin y al cabo, el común denominador de ésta. No obstante, el planeta es una profunda obra artística manipulada por los artistas, por los humanos. Una inmensa fotografía limitada a un color tan ordinario, pero bonito. Es más que una simple tradición, más allá de una análoga composición; es un poema, una fantasía, una historia e, incluso, una larga música encantada para aquéllos y muda para otros.

Únete a la estación multicolor y cuestiona lo que vez, lo que sientes, lo que vives. Azul magnético y cálido, color perplejo inundado de una fuerza fugaz. Agua, gotas, cielo, seres. Diversidad de mariposas brillantes aleteando sobre un arroyo bajo un cielo azul lleno de nubes multiformes que, al reír, derraman sus gotas de perfección manteniendo a las aves silvestres cantado de emoción.

Rojo candente, color potente, libre de fluir, tocar, alumbrar, calentar. El largo y entretenido camino que iluminas a los ojos, también quema y abrasa. Una larga sonrisa transmitida por una estrella para un escenario frío en el que, de un instante a otro, se transforma en un paisaje exuberante, complejo, lleno de vida, satisfactorio y llamativo.

Un denominado sentimiento arduo y amargo que se desvanece, desaparece y se convierte en ceniza. Aquellos rayos que tocan tu rostro al amanecer, tus manos, tu alma, en toques llenos de motivación y esperanza de un profundo y real sueño, hecho un ambiguo fuego abrasador que se remonta a historias y anhelos en la antigüedad exuberante, deseo de una llama necesaria.

Café, el lecho complementario de una vida en sociedad. Conexión próspera en el susto sobre un descanso, una esperanza anhelada y cumplida en el acto de tocar. Mancha húmeda o seca, caliente o fría, es como una mácula destacada de sangre próspera y divina, indefensa, más no vulnerable. Colección de simpleza atribuida a un vínculo complejo de realidad. El incomprendido color visto como adefesio en una plantilla resaltada como favorito visual, como la base.

Rosado, interpretación nula en una representación completa de diversidad armonizada y apuñalada. La pausa del camino atribuida a la perplejidad del destino, admiración e iluminación del capricho. El cielo, la extensa y cambiante alma del planeta, el corazón y mente de la representativa madre de la huella. Una fotografía sensorial de la mágica función imprevista expuesta en un cerrar y abrir de ojos; la extasiante fuerza del paraíso presente.

Blanco, el deseo angelical del momento espiritual, la llave del instante cumplido presentado en fantásticas bombas de algodón de azúcar y niebla de abundancia libre. Florecientes estancias de recuerdos y posturas animadas, a semejanza de aquellas. Las nubes, manifestantes y expresivas de su sentir y pensar, de su explorar y desear, conexión afectiva con la distensión prosperada.

Transparencia. Eso es lo que percibimos y sentimos, lo que gozamos y realizamos. Lo que nos toca, abraza y besa en cada despertar, en todo amanecer, en algún momento del anochecer, donde contamos respiraciones e imaginamos deseos, en la resistencia dentro de un pensamiento que es la lucha de la optimización. Aquello que nos recuerda que nuestro pequeño e importante órgano sigue latiendo, que aún nos mantenemos, que seguimos adentrándonos en una esperanza de vida que resulta inexplicable y determinada, basándose en la fantástica aventura de recibir y amar.